Me imagino que, algunos de
ustedes, habrán escuchado al desparecido y llorado Antonio
Machin, cantar lo de “Navidad que con dulce cantar celebran
las almas que saben amar// Y que triste es andar por la
vida, por sendas perdidas lejos del hogar // sin oír una voz
cariñosa, que diga melosa llegó Navidad...”. Preciosa
canción nacida del alma del autor de la misma , del cual voy
a omitir su nombre para no darles una pista, que les lleve a
ciertas conclusiones para descubrirlo.
No hay nada más horrible que pasar unas navidades como un
lobo solitario, en la fría habitación de una pensión, a
miles de kilómetros de su casa, de su gentes. La imaginación
vuela y te transporta, en unas décimas de segundos, hacía
donde te gustaría estar en esos momentos, mientras unas
lágrimas rebeldes te van cayendo por tus mejillas viendo,
por culpa de esa imaginación, a todos tu seres queridos
sentados a la mesa y teniendo un recuerdo hacía tu persona
que es la única que falta a la cita, de esa noche entrañable
y familiar.
Por eso, hoy, mis recuerdos van hacia todas aquellas
personas que se encuentran a miles de kilómetros de sus
hogares y que no podrán compartir estas fiestas navideñas
con los suyos.
Para saber lo que se siente en esos momentos, por todas esas
personas, hay que vivirlos. No pueden explicar esos
sentimientos quienes no han vivido esas especiales
circunstancias. No pueden hablar de las sensaciones que se
tienen todos aquellos, que sin haberlo vivido tratan de
explicar unos sentimientos que nunca tuvieron.
Me hace una gracia enorme el escuchar, a algunas personas
dándoselas de entendidos en la materia, hablar se esas
sensaciones de soledad experimentadas por todos los que
están lejos de sus hogares, sin ellos haberlo estado nunca.
¿Qué sabrán, todos estos entendidos de pacotilla, lo qué se
siente en esos momentos?. Esos momentos, esas sensaciones de
soledad en tan entrañables fiestas, para contarlas, hay que
vivirlas. Todos aquellos que se dedican a tener recuerdos
para quienes sufrieron esas consecuencias y que,
actualmente, también la sufren sin haberlas vividos, no
tienen ni...idea de lo que en realidad se siente y por
supuesto, mucho menos de los sentimientos que afloran en
esos momentos.
Lágrimas que caen por todo el rostro, cubriéndolo de esa
agua, en multitud de ocasiones limpiadas con el dorso de la
mano y que tanto bien hacen porque, por esos surcos de las
mejillas van ayudándonos a arrojar nuestras penas fuera del
alma destrozada por los avatares de la vida. Risas nerviosas
que se entremezclan con las lágrimas a la llegada de
recuerdos felices, de miles de anécdotas vividas en esas
noches navideñas, cuando se compartía mesa y mantel, risas y
recuerdos con toda la familia.
Desde aquí quisiera hacer una petición, aunque más que una
petición es la realización de un milagro, con lo difícil que
está que el mismo se produzca. Y no es otro que, en esta
noche, nadie se encuentre en la fría habitación de un hostal
dejando volar su imaginación y que, en todos los hogares, a
la hora de sentarse a la mesa, no falte nadie. Feliz
Navidad.
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