¿Para que nos vamos a engañar? Los
regalos de Navidad hacen muchísima ilusión a niños y mayores
y hasta puedo afirmar que, en mi caso, lo paso mejor
seleccionando y preparando que recibiendo y me parece que
eso es algo que nos auna a todos los padres y madres de
España. Y encima este año hemos tenido suerte, porque no nos
han calentado la sesera con las pamplinas de los juguetes
”sexistas”, ya saben los melindres de los fanatizados
profesionales de la buena conciencia y la igualdad absoluta,
tipo decir “taxista” si quien conduce el vehículo es una
señorita y “taxisto” si lo conduce un caballero, o jóvenes y
jóvenas. Lógico en los desocupados que ostentan carguillos y
tienen que justificar con iniciativas su jornal. Vamos, que
se tienen que acordar de las cursis campañas donde se
predicaba que es “sexista” que las niñas jueguen con la
Barbie y el niño con los Spiderman y que es necesario, para
ser políticamente correctos y paritarios que, los chavales
en el parque acunen a sus bebés, mientras las niñas se
disparan con armas de la Guerra de las Galaxias. Y esta
jilipollez viene a tratar de negar las condiciones masculina
y femenina y los instintos propios de cada sexo, aunque yo
supongo que no existe padre sensato que regale a un niño un
kit de maquillaje de la Barbie y le invite a usarlo ni a una
niña un disfraz de Alatriste, mostacho incluido y le conmine
a esgrimir la espada como un machote. ¡Dios mío, cuantas
pamplinas se les ocurren a los mindundis!.
Pero insisto en que, este año se ha relajado la ñoñería,
porque todavía ningún alcalde se ha puesto antibelicista
como venía siendo habitual, montando la tradicional hoguera
para que los niños arrojen en ella sus “juguetes de guerra”
y darles a cambio un balón y una flor. Les digo que, en la
Península, llevamos mucho pasado con la moral de las
pamplinerías y la política de “gestos”, tan hipócrita y
abominable. ¿Que si los niños entregaban sus armas en las
convocatorias antibelicistas? Pues sí. Los padres les
compraban una pistolilla de plástico de veinte duros o les
daban un palo indicándoles que aclararan que era una espada
para aporrear cráneos enemigos, lanzaban las macanas a la
hoguera y se retiraban con el balón (mucho más caro) y la
flor se la regalaban a sus mamás porque, colocársela en la
masculina oreja como símbolo de paz es demasiado fuerte para
cualquier niño normal.
¿Qué si yo regalaba juguetes sexistas? Sí. De toda la vida,
a mis hijos los muñecos de la serie que estuviera de moda y
toda clase de armamento y luego videojuegos violentos, para
que se fogueen y sean machotes, de hecho mi chiquitillo,
quiere intentar el ingreso en la Academia Militar de
Zaragoza y como están las cosas de delicadas, necesitamos
generaciones de hombres y mujeres valientes capaces de
jugarse los cojones por Dios y por España. ¿Qué si a mi
ahijada del alma, Paula Pineda le regalo armas? No, le
regalo muñecas, disfraces de Cenicienta, Blancanieves o
Campanilla y cuadros para su colección de arte. Pero me
encantaría que, como mis varones, hiciera full contact,
porque, saber defenderse a hostia limpia es lo menos sexista
que existe y aúna todas las sensibilidades. Como aúna las
sensibilidades esta vorágine de compras e ilusión con la que
celebramos el Nacimiento de un bebé llamado a ser el hombre
más mágico de la Creación y al que, mañana, en mi humildad,
querría entregarle en el portal un pequeño presente del
alma. Mañana les contaré.
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