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OPINIÓN - VIERNES, 22 DE DICIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

El Gordo
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

¿Qué dicen? ¿Qué si me he despertado hoy con la cantinela de los niños de San Ildefonso que, por cierto, estrenan uniforme? Vale, es 22 de diciembre y a ustedes no les importa con la melodía con la que me he levantado, aunque les garantizo que, a las seis de la mañana, que es cuando mi reloj biológico me hace saltar de mi futón, el soniquete de los números cantados aún no había tenido comienzo. Pero me consta que hoy es un día de enormes expectativas y plenamente navideño y ayer se agotaron las participaciones del sorteo prácticamente en toda España. Aunque ayer, el lotero que pasa por el bar de las cuatro esquinas que es donde paro a tomarme el cafelito, seguía ofreciendo el Gordo y el Niño con su racial arenga poética, que es tipo el Mester de Juglaría pero en paleño, ya la conocen “Si quieren ver lotería bájenme los pantalones y verán el premio gordo con dos aproximaciones”. Lo lleva años repitiendo, porque su repertorio es monotemático, pero siempre arranca alguna carcajadota grosera “¡A vé! ¡Dame usté la suerte!”. A mí es difícil que me toque, de hecho, según las estadísticas tengo más posibilidades de perecer churruscada por un rayo que de resultar agraciada en la lotería y tampoco tengo excesivas esperanzas ya que llevo un solo décimo y encima me lo ha regalado un propio. Aunque yo hubiera preferido que me diera los veinte euros antes que el boleto, porque el dinero me lo gasto en pastilleo dietético y con el décimo, si no resulta agraciado, poco tengo que hacer .Como mucho deslizarlo en un contenedor de reciclaje de papel y cartón para ser ecológica.

Eso sí, conozco a profesionales de la buena conciencia, de esos que hacen el Master en Melindres que siempre ponen los ojos en blanco y suspiran diciendo “Que le toque a quien más falta le haga”. Pues bien, antes de que le toque a otro prefiero que me toque a mí, que también estoy muy faltita y pasando muchas fatiguitas. De hecho, me ilusionaría ser afortunada tanto por el pellizquito como por la parafernalia festiva que es condictio sine qua non de estos eventos. Como el décimo me lo regalaron comprándoselo a un lotero para por el bar frente del Hospital Carlos Haya, me dirigiría rauda al establecimiento para aunarme al júbilo de los otros agraciados y salir en Canal Sur y cosas así de autóctonas como la lluvia de cava extremeño, que no catalán, porque Roma no paga a traidores y el griterío tan de la España Cañí, con la que me siento emocionalmente identificada.

Pero, aunque no vea la suerte pasar ni de refilón, esta mañana es hermosa porque latimos con las voces chillonas de los niños, como cada Navidad. Y como están las cosas, hemos de aferrarnos a estas tradiciones, aunque la Constitución Española no reconozca como derecho inalienable, por el momento, el derecho de los españoles a ser felices y del Gobierno de turno a realizar las infraestructuras necesarias para garantizar ese derecho a la felicidad. ¿Qué por qué digo “por el momento”? Pues porque un taxista me ha soplado que cuando venga Rajoy y modifiquen el texto constitucional van a añadirlo, previo referéndum. Además con Aznar la lotería tocaba más y ningún malnacido cuestionaba la Navidad . Pero ese es el artículo del 24 de diciembre, en el de hoy les deseo suerte, que le toque a Hamadi Amar Mohamed, a su cuñada Nawal, a Karim de IU, a mi director que es perita, al Editor y a José Antonio Martín que es mi amigo. Y que me inviten.
 

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