Siguiendo con estas cosas. que
estamos contándoles de la Navidad de ni niñez, quiero tener
un recuerdo para aquellos coros que recorrían nuestras
calles alegrando las fiestas y aprovechándose, todo hay que
decirlo, de alguna que otra invitación que les hacían los
pudientes, cuyas casas visitaban, para ponerse “moraos” de
lo que a ellos les sobraba y a nosotros, los económicamente
pudientes, nos faltaba.
Tengo que decir y digo, porque así me lo contaron, gente de
toda fiabilidad que, en algunas de aquellas casas a las que
fueron invitados a cantar, muchos de los componentes del
coro, conocieron, por vez primera en sus vida, lo que era el
jamón del que hablaban y no paraban contándoles, a todos los
que les querían escuchar, lo bueno que estaba la pata del
cerdo. Y es que del cerdo, amigo guardia, lo tengo que decir
no puedo remediarlo, hasta los andares son bonitos.
Servidor, tengo que decirlo para que no haya duda alguna,
probó el jamón seis días antes de irse a la mili. Y qué
quieren qué les diga, pues que estaba una jartá de bueno y
me prometí que, desde esa fecha en adelante, el menda
comería jamón en cuantas ocasiones se me presentasen. Por
supuesto no voy a decir lo que tardé en comer, semejante
manjar una vez finalizado el servicio militar. Eso es algo
muy personal.
Bueno, volviendo a los coros, a igual que en los momentos
actuales existían también los concursos de los mismos, que
se celebraban en la Plaza de los Reyes donde acudíamos todos
a escucharlos y, por supuesto, a animar a nuestro coro
favorito. Y entre los favoritos siempre estaban el coro de
“La Paloma”, “Los Pastores” y, casualidad de las
casualidades un coro que, precisamente llevaba el nombre del
coro que ha ganado este año, “Los Campanilleros”. A estos
coros había que unir, también como favorito, a un coro que
presentaba al concurso la Asociación de Hijos de María,
quien a diferencia del resto de los coros contaba, es justo
reconocerlo, con grandes voces y, sobre todo, con
instrumentos musicales, como piano y violines, a los que el
resto de los coros participantes no podían conseguir por la
cantidad que costaba adquirir uno de estos instrumentos, sin
contar el dinero que deberían gastarse en aprender a
tocarlos. Aquí había cierta ventaja a favor del coro de la
mencionada Asociación. Pero del mismo modo que tenían esa
ventaja, también supieron estar a la altura de las
circunstancias participando fuera de concurso, con lo que el
mencionado concurso, quedaba en un mano a mano, entre “Las
Palomas” y “Los Pastores”.
Fuera del concurso también había una serie de coros salidos
de los barrios o de las calles que recorrían, nuestras
calles poniendo una nota de colorido y de ambiente navideño
en las mismas. Sus instrumentos no eran, por supuesto, ni
piano, ni violines, sólo panderos, triángulos, zambombas,
sonajas y botellas de anís del Mono, con su correspondiente
tenedor para hacerlas sonar
El coro que teníamos en mi adorado Callejón del Lobo, lugar
donde vine al mundo y que llevo en lo más profundo de mi
corazón, no era nada del otro mundo pero alegrábamos la casa
donde se nos invitaba, al mismo tiempo que le dejábamos los
platos de los polvorones limpio como una patena. Eso era
navidad.
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