Después de los cinco asaltos
transcurridos (entrevistas) entre José Luis Rodríguez
Zapatero y Mariano Rajoy Brey, desde que el primero iniciara
su andadura como Presidente del Gobierno, no se ha apreciado
aun, a pesar de haberse traspasado el ecuador de la “pelea”
(entiéndase legislatura 2004/2008), ventaja de ninguno de
los contendientes, llegándose a este sexto asalto en el que,
en principio, se especula con un resultado de “mach nulo”
(empate) dadas las actuaciones previas de los púgiles que
hoy nos ocupan y que no vislumbran una ventaja de ninguno de
los dos, a pesar de los ataques extremadamente entusiastas y
partidarios de ambos contrincantes, nosotros diríamos que
furibundos por lo coléricos que pueden resultar. Aunque
quien sabe si, quizás, en la “velada” del próximo viernes
pueda registrarse un resultado de abandono por parte del
púgil de la calle Génova dada la apreciación que tiene de
que su oponente le haya preparado una añagaza con la que
distraer su atención y propiciarle el golpe certero que
acabe con él en la lona.
Y es que, ya antes del combate, se ha visto como la
contienda ha sido anunciada a los medios de comunicación en
vez de habérsele formulado propuesta al contrario, lo que
por parte del púgil Rajoy se entiende como una desatención,
aun cuando por los cuidadores de Zapatero se han expresado,
desde su recinto de la Moncloa, las correspondientes
disculpas.
Al púgil de la calle “Génova”, como decimos, se le viene
denotando una total desconfianza ante el “Monclovita” pues
piensa que dice una cosa y luego hace otra. Que ha venido
siguiendo un proceso de rendición ante otros peligrosos
oponentes, hampones que manejan el cotarro, aun cuando sin
enfrentarse abiertamente a los mismos y que le obligan a
retroceder sin que se diga nada abiertamente sobre las
gestiones llevadas a cabo para romper estas turbias
relaciones.
Que, por una parte, firma un tratado contra esta lacra y,
por otra, tenía iniciada conversaciones para un “acuerdo
pacífico” evitando el enfrentamiento entre ambos, pero que
no se decide abiertamente a romper el pacto. En definitiva,
sospecha Rajoy, que cuanto diga a su oponente le va a
resultar en su contra y, por lo tanto, queda convencido a
que no va a existir confrontación sino más bien el
reglamentario saludo de rigor en cuanto pise el ring de la
Moncloa y vuelta a casa.
El otro púgil mantiene sus esperanzas de poder atacarle por
los flancos: la buena “bolsa” económica de que se dispone,
estupendos indicadores estadísticos de los enfrentamientos
por él llevados a cabo tanto en lo que a PIB (público
incremento boxístico) e IPC (importancia para el combate)
últimamente registrados no refiriéndose para nada de la B.
P. (boxeo profesional) ni a los TT. II. (títulos
intermedios) así como tampoco de otros datos o factores que
se toman como necesarios para analizar o valorar la
preparación o estado físico del contendiente.
En resumen: un combate aunque interesante para los
espectadores incierto por lo que ha resultado se refiere y
que podremos presenciarlo por televisión en directo o en
diferido, radiofónica, digitalmente o conocer su resultado a
través de los otros medios de comunicación escritos que nos
darán cumplida cuenta de su desarrollo.
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