Entre hoy y mañana tenemos -los
ceutíes- para hacernos con alguno de los cuatrocientos
décimos que aún quedan entre las tres administraciones que
tenemos en Ceuta. Se ha vendido mucho realmente, un año más.
La tradición manda que el 22 de diciembre el sonido de la
mañana, protagonizado por los niños de San Ildefonso,
envuelva a la ciudad a través de televisión o de la radio
-principal medio utilizado sobre todos en los centros de
trabajo-. Una navidad no sabría lo mismo, sin el soniquete
típico que aportan los jovenzuelos al cantar los números de
la suerte.
50.280 décimos se pusieron a la venta en Ceuta, o lo que es
lo mismo, 5.028 billetes de los que sólo quedan ya 400
décimos. El ritmmo es el de siempre, muy bueno.
Probablemente mañana no encuentre ninguno en las
administraciones, por lo que intenten no dejarlo para el
último día.
La ilusión de los españoles, de los ceutíes en este caso, se
centra en este mes de diciembre no sólo en el importante
gasto que tradicionalmente ocasionan las compras navideñas
ya comunes y que proporcionan una penosa cuesta de enero,
sino por la esperanza depositada en ese número situado en el
interior del bombo de la Lotería Nacional que, de salir,
arreglaría más de un ‘agujero’ individual. Son fechas
entrañables, sin duda, las venideras y que llenan de
esperanza a los hogares ceutíes. Este año y de un modo
especial, la coincidencia en fechas hace que cristianos y
musulmanes disfrutemos de momentos de gran tradición,
unidos, y conjugando la grandeza de dos ancestrales
celebraciones que, porque así quiso la historia, forman la
raiz confesional tanto de cristianos como de musulmanes. En
el antíguo testamento de la Biblia cristiana común a la
confesión hebrea, se recogía la orden de Dios sobre Abraham
para sacrificar a su hijo. Sólo en el último momento y
confirmando su fidelidad le permitió sacrificar un borrego
en lugar del hijo. La historia nos une a las tres
confesiones. Una tradición que se viviría aún mejor con un
pellizco de la ‘suerte’.
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