Los partidos de la oposición han
de estar siempre preparados para interpelar a los miembros
del Gobierno y fiscalizar sus actuaciones. Es tarea
imprescindible para el buen funcionamiento de la democracia.
Y, desde luego, es la mejor defensa con que contamos los
ciudadanos. De lo contrario, nunca conoceríamos las
tropelías cometidas por el poder. Ya que éste es partidario
de manejar la información a gusto de sus intereses.
Perogrullada. Por supuesto que sí; pero no por ello el
recordarlo debe tenerse por innecesario. Máxime cuando
llevamos ya mucho tiempo comprobando de qué manera la
corrupción se ha instalado entre la clase política.
Marbella, Mallorca, y muchas ciudades de España son noticias
permanentes porque no pocas autoridades se lo han llevado
calentito. Y han ingresado ya como miembros de pleno derecho
en el patio de Monipodio. El de la acepción quinta de los
nuevos diccionarios, que reza así: “lugar de reunión de
rufianes y ladrones”.
En los partidos de la oposición, es primordial que haya
personas dedicadas en cuerpo y alma a supervisar los malos
pasos que dan los políticos gobernantes. Opositores
incansables en seguir el rastro de cuantas decisiones les
parezca que desprenden el tufillo de lo inaceptable.
Personas tesoneras y preparadas para descubrir al corrupto y
ponerlo a disposición de la justicia, debido a su vocación
crítica.
Y es así, porque la corrupción de los políticos causa un
daño enorme entre quienes acuden cada día a trabajar y saben
lo mucho que cuesta salir adelante. Bien para llegar a final
de mes con las menos trampas posibles. Bien entre quienes
han de hacer malabares con el sueldo para darles estudios a
sus hijos. Y qué decir de cuantos se sientan a la mesa y
pocas veces se pueden permitir el saborear los langostinos o
el jamón bellotero tan celebrados en estos días. Excuso
hablar de la indignación que sentirán los que apenas tienen
nada cuando oyen hablar de Roca, de Julián Muñoz,
de la García Marcos, de la Zaldivar, y de toda
esa gentuza equiparable a la surgida en las Baleares.
Pues bien, en Ceuta, y gracias a Antonia María Palomo,
candidata socialista a la presidencia, los ciudadanos
estamos perfectamente enterados de todos los pasos que viene
dando el Gobierno de Juan Vivas. Lo cual es de
agradecer. Ya que después de casi seis años sentado en la
poltrona, como primera autoridad local, al presidente no se
le ha descubierto el menor indicio de que haya metido la
mano en la caja. Motivo suficiente para que, dado como está
el patio español, gritemos: ¡albricias, señor! ¡Hay un
presidente que comete errores de humano, pero que tiene las
manos cortas!... Y a continuación, tampoco sería mala idea
mirar hacia atrás y preguntarnos: ¡Qué hubiera sido de
nosotros de haber seguido gobernando el GIL en esta ciudad?
Antonia María Palomo, en esa comida celebrada entre los
suyos, el fin de semana pasado, ha resaltado que los
socialistas harán una campaña caliente. Y cuando ella habla
así, nos está recordando que pondrán a Vivas de vuelta y
media. Aunque mucho me temo que su principal argumento sea
el que ha venido esgrimiendo hasta ahora: el culebrón de
Francisco Javier Sánchez Paris: Jefe de Gabinete de la
presidencia. Y del que ahora se nos ha dicho que fue
compañero de juventud de 0JV. Y que cuando regresaban de
estudiar fuera, Vivas y Sánchez Paris se juntaban para salir
por Ceuta luciendo melenas y pantalones vaqueros gastados.
Lo cual es motivo más que suficiente para indagar en el
pasado del actual presidente. Al menos, a mí me interesa
mucho conocer ese pasaje de su vida. Ya que nunca me lo
hubiera imaginado de esa guisa deambulando por las calles de
una tierra rencorosa y peligrosa. Según, la señora Palomo.
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