Quien más quien menos en España,
el simple hecho de recordar la detestada ‘Guerra Civil’,
provoca escalofríos incluso setenta años después. Los padres
de la Democracia, aquéllos que trabajaron y supieron
consensuar unidos -pese a lo dispar de sus discursos
políticos- el futuro de una España en la que se zanjaran las
divisiones que la fracturaron desde finales de la década de
los 30, ven pasmados cómo la generación de hoy, la de sus
nietos, los menos responsables retoman discursos ya
olvidados por millones de españoles aportando esa pizca de
iracundo verbo capaz de irritar lo suficiente como para
provocar enfrentamientos históricamente olvidados.
La nueva Ley de Memoria Histórica que, a nadie ha terminado
por gustar, es un vano intento por enmendar errores y honrar
a muertos olvidados por el gran público, aunque no por sus
familias que jamás las olvidaron, tanto de uno como de otro
bando. Son, sencillamente, ganas de enredar a nuestro
entender.
Mirar atrás hacia aquellos escenarios de confrontación,
cuando fue algo superado en una magistral Transición, santo
y seña de nuestra credibilidad internacional seriamente
degradada en los finales de los 70, no puede ser más que un
error estratégico y hasta una pérdida de tiempo. Entre tanto
el presente se nos escapa de las manos disponiendo de un
futuro por el que trabajar y forjar el camino de nuestras
generaciones venideras.
Se nos escapa el presente por el norte y por el sur, con
prebendas hacia el entorno terrorista por el deteriorado
alto el fuego en el norte; con la falta de fuerza en una
Europa en la que España se ha entregado a los criterios de
Francia y de Alemania en un nuevo eje en el que nuestro país
es un convidado de piedra; con el descontrolado flujo
irregular de una inmigración que sirve a los países de
nuestro entorno más al sur como práctica de ‘chantaje’ a
nuestra nación...
A veces se nos va la lengua y este fin de semana se ha dicho
en Ceuta que la ciudad es “revanchista y peligrosa” en una
referencia a la llamada ‘Memoria Histórica’. La bronca ya ha
empezado.
Lo menos que podemos pedir es mesura, criterio, control,
cautela, responsabilidad política y altura de miras.
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