El Ministerio de Fomento ha retirado la licencia a Air
Madrid ante una situación límite que no supo atajar a
tiempo. La compañía aérea de bajo coste quiso abarcar
demasiado y sólo pudo ofrecer un mal servicio que desató
denuncias, sobre todo por retrasos, consideradas
especialmente graves a partir de 2005.
Ahora, hasta decenas de miles de personas pueden sufrir las
consecuencias, con el agravante de que muchas de ellas son
inmigrantes con dificultades económicas para cruzar el
Atlántico y poder visitar a sus familiares, ahora que se
acerca la Navidad. Muy mala noticia para la credibilidad de
España, para su calidad turística y, sobre todo, para la
gente directamente afectada.
El Colegio Oficial de Pilotos poco o nada ha objetado a la
decisión de Fomento, que de no producirse hacía temer
cualquier imprudencia.
Alguien ha controlado a Air Madrid a destiempo y ahora,
¿quién controlará a quien no supo controlar? ¿Basta con que
Fomento haya reaccionado con rapidez y pusiese a disposición
de los afectados, en menos de 24 horas, varios miles de
plazas de avión hasta este jueves?
Seguramente no, porque el problema tiene más calado y de su
gravedad puede dar idea que no se recordaba nada igual en la
historia de la aviación comercial española.
En España hay muchos ministerios que apenas tienen
competencias, debido a los traspasos hechos a las
comunidades autónomas. No es desde luego el caso de Fomento,
sin duda el gran departamento del Gobierno central, que en
materia de transporte aéreo lo tiene todo o prácticamente
todo en sus manos.
Esta vez no vale, por tanto, echarle la culpa a la
descoordinación de administraciones, ya que Fomento no sólo
regula sino que también ejecuta infinidad de competencias
con la ayuda de Aena.
Todos los aeropuertos tienen colgados en sus paredes unos
copiosos derechos del pasajero que, visto lo visto, se
resumen en bien poca cosa.
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