Así veo el patio del mundo y de la
vida, movido por un optimismo pensante para aquel que piense
lo contrario. La confusión y el desorden se han convertido
en moneda de cambio. Los seguidores de la regla de vida
honesta cuentan cada día con menos discípulos. Desde luego,
se ha convertido en una temeridad poner la mano en el fuego
por alguien, te la puedes quemar en menos que canta un
gallo. La virtud social de la justicia: quiere para todos lo
que para ti, también tiene cada día menos adeptos. Tampoco
se alista la muchedumbre al ejército de los humildes, la
virtud social de la benevolencia. Para más escarnio, me da
la sensación de que somos unos desconocidos, hasta de
nosotros mismos. Nos puede el hambre de enriquecernos a
cualquier precio y la sed de poder, aunque nos tengamos que
dejar expropiar las ideas. Todo este despropósito nos está
llevando al precipicio. Lo cruel es que cuando nos dejamos
mover por los instintos y las pasiones, apuntalar el sentido
moral es casi un amor imposible.
Me parece una actitud de caos en el más puro de los
sentidos, que el microondas de la muerte funcione a pleno
rendimiento. A los hechos me remito. En España se produce un
aborto cada cinco minutos. En cambio, hay muy pocos niños
españoles para ser adoptados. Las instituciones centran sus
campañas en la prevención, obviando la posible solución ante
un embarazo en marcha. Millones de mujeres, y algún ínfimo
resto de hombres, sufren maltratos por parte de su pareja
sentimental. Sea como fuere, en España, un día sí y otro
también, acrecentamos la ascendente cifra. Este bestial
fenómeno, no conoce de razas ni de clases sociales, su lucha
nos exige cambiar una actitud de sumisión, a mi juicio
arraigada demasiado, que no puede hacerse a golpe de ley,
sino mediante un compromiso moral de rebelión contra la
violencia.
De igual modo, ha crecido el número de asesinos en serie que
han actuado en España en las últimas décadas. El rastro que,
a diario deja el terrorismo y la delincuencia organizada, es
una verdadera cruz para la convivencia. Otros matarifes, que
por sus crueles hazañas se endosan un buen pastel de
beneficios al cuerpo, como pueden ser las progresivas redes
de tráfico de estupefacientes o las mafias de la
prostitución, me dan la impresión que también andan
envalentonados. El panorama, pues, no puede ser más
desolador. Es de esperar que todos aquéllos que, en una u
otra medida, sean responsables de gobierno, que ejerzan como
tal y que nos gobiernen hacia una vida más humana. Pienso
que se precisa, para ello, un urgente cambio de actitudes
interiores, más sensibles a la vida de cada ser humano
consigo mismo y con los demás; y ello en función de unos
valores superiores, como es el derecho a la vida, al justo
amparo y al pleno desarrollo.
El ejercicio de la solidaridad dentro del caos que nos
asalta la vida, es válido sólo cuando sus miembros se
reconocen unos a otros como personas en la misma línea y
orden. En este sentido, creo que los países más pudientes y
mejor dotados deben sentirse moralmente responsables de los
otros que no lo son, a fin de instaurar un activo
observatorio que ponga paz en la anarquía. La adhesión, que
hoy tanto se pregona, debe ayudarnos a sentirnos semejantes
en la diversidad y en las diferencias. De aquí la
importancia de despertar una renovada conciencia humana
entre pueblos y razas. Se excluiría así la explotación,
opresión y anulación, que también es otra forma de
envenenar.
Del mismo modo que los medios de comunicación social ejercen
una enorme influencia en todas partes, también la publicidad
que usa estos medios como vehículo de transmisión, también
posee una poderosa fuerza de persuasión, que va tallando
actitudes y comportamientos. En consecuencia, puede
contribuir tanto para bien como para mal. Habrá que estar
atentos a los valores y actitudes que fomentan y alientan. A
veces resulta bochornoso tragarse algunos anuncios
publicitarios, donde se potencian actitudes consumistas,
violentas; generadoras de odios, envidas, status social y
codicia. Por el contrario, un uso humano de la publicidad
estimula a un mayor entendimiento, de manera que el receptor
a fuerza de oír y ver se vuelve más comprensivo. Algo que
viene de perlas para regenerar el perturbado ambiente. En
ocasiones, ofender la dignidad humana se ha convertido en lo
más normal. Y eso, es otra manera de fusilar la vida.
Sólo el amor y la verdad, que no se imponen porque viven en
el corazón de cada persona, forman parte de un
extraordinario camino de vida. Conviene tenerlo en cuenta
para huir de linchamientos y destripadores, como también
merece estar en la cabecera de la cama para su relectura,
las orientaciones morales que han dictado los obispos ante
la situación actual de España. El texto expresa el deseo de
que se pueda ir encontrando poco a poco el ordenamiento
justo para que todos podamos vivir de acuerdo con nuestras
convicciones sin que nadie pretenda imponer a nadie sus
puntos de vista por procedimientos desleales e injustos. Tal
y como está el patio, pues, de renegrido, sería saludable
pienso yo, que el gobierno publicitase por todos los medios
habidos y por haber, un plan de exclusión social para
aquéllos que viven sin dejar vivir y otro de inclusión, con
franquicia ejemplarizante, a favor de los que viven dejando
vivir. Porque la vida es el pasado que nos une, el presente
que nos pone en movimiento y el futuro que a todos nos
pertenece.
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