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OPINIÓN - SÁBADO, 16 DE DICIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Haciendo memoria vieja, nos volveremos atrás a recordar mis tiempos de chaval. Aquellos tiempos, de mi generación, que les traerá gratos recuerdos a quienes podemos aún contarlos para alegría nuestra y para satisfacer, de camino, la curiosidad de las generaciones presentes que tuvieron la enorme suerte de no vivir aquella época donde los niños dejábamos de ser niños de forma rápida, sin haber saboreado eso que los cursis llaman la tierna infancia.

Sin olvidar, por supuesto, que los niños de mi generación tenían sus mentes más “despiertas”, por la necesidad de tener que inventar sus propios juegos para poder divertirnos y sentirnos niños de verdad. Servidor, ustedes perdonen la inmodestia, aún se sigue preguntando si, en alguna ocasión, llegó a ser niño y sentirse como tal, soñando con todas esas cosas bonitas que sueñan los niños.

Repasando esa memoria vieja de mi niñez, creo, esto lo tengo que decir, porque es cierto, que sólo una vez me sentí niño e incluso soñé como tal. Fue cuando descubrí, en la desaparecida tienda de “Serafín”, a unos soldaditos de plomo en perfecta formación al mando de un teniente con su uniforme de colores que destacaba sobre el resto de aquellos soldaditos. Hubiese dado algo por haber podido comprar aunque fuese sólo a ese teniente que tanta admiración había despertado en mi persona. Pero, ya lo dijo Calderón “los sueños, sueños son”. Y para mi persona, en aquellos momentos, aquello sólo era un sueño que difícilmente podría alcanzar. Por ello, cada rato que tenía libre, me iba al escaparate y me pasaba mirando a los soldaditos de plomo y sobre todo a mi admirado teniente con su bonito uniforme, horas y horas, dejando corre mi imaginación, haciéndole intervenir en innumerables batallas, al frente de sus tropas de las que, sin discusión alguna, siempre salía victorioso.

Recuerdo que, en cierta ocasión, mientras contemplaba el escaparate me volví y había un gran número de personas mayores, mirando la formación de los soldaditos de plomo, y hablando con gran admiración del mi particular teniente con su bonito uniforme. Algo me lleno de satisfacción al comprobar, que hasta las personas mayores admiraban al teniente. Y es que, realmente, mayores y pequeños, todos sin dejar a nadie fuera, sentíamos admiración por aquel personaje de plomo que estaba, como no podía ser de otra forma, al frente de su compañía.

Cierto día, el teniente que mandaba las tropas y admirados por mayores y pequeños, no estaba en su lugar correspondiente. El mundo se me cayó a los píes habían acabado con todas las ilusiones y aventuras de mi vida. No me lo pensé dos veces, entré dispuesto a pedirle una explicación a Serafín cuando, de pronto le vi en un rincón del mostrador con el uniforme medio destrozado y Serafín dándose cuenta de mi estado de ánimo, me dijo: “no te preocupes, se vuelve a pintar. La pintura es lo único que le distingue de los demás y la que tanta admiración causa, quitándole la pintura no es más que otro soldadito de plomo.

Sigo mirando en el escaparate de la vida y me encuentro con otro soldadito que engañan a los que les admiran porque tienen esa capa de pintura. ¿Qué pasará el día que se le caiga?.
 

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