Las noticias de la última semana
han generado en Ceuta una alarma social evidente, conocida
por los responsables del orden público que, en plenas fechas
de compras navideñas, ‘acogota’ al ciudadano de a pie. El
hecho de conocer aquel famoso informe de los catedráticos de
la Universidad de Granada acerca de las “inmejorables”
condiciones que se dan en el barrio del Príncipe para el
reclutamiento de jóvenes que son ‘iluminados’ para la Yihad,
causó cierto resquemor entre los ciudadanos.
Debemos decir, en honor a la verdad y para que nadie vea
fantasmas donde no los hay, que sólo una mínima parte de los
musulmanes ceutíes son los que provocan esa situación. Hay
que reconocer que en Ceuta la convivencia -generaciones
atrás e incluso ahora- ha sido y es muy buena. ¿Quién no
tiene amigos y/o conocidos de todas y cada una de las
confesiones religiosas que coexisten en la ciudad?. No es
bueno generalizar. En estos momentos, sólo algunos
descerebrados de edades que siempre oscilan entre los 25 y
los 35 años como norma general -que están controlados
policialmente- son los que se han ‘iluminado’ con la esa luz
cegadora y ‘cancerígena’ que supone el fanatismo. Un
fanatismo importado via terrestre (por Marruecos), via
digital (parabólicas) o vía internet. Basicamente jóvenes
sin estudios, ex narcos y sin trabajo conocido que,
encerrándose en sí mismos, caen ‘embobados’ por el
hipnotismo fanático de quienes aprovechan según qué
situaciones para captar jóvenes para la causa del odio.
Afortunadamente en Ceuta son un número muy reducido, por lo
que los musulmanes de bien, la inmensa mayoría, no deben
pagar los platos rotos de estos desajustados de la sociedad
cívica.
Hay que lograr que estos elementos no alteren la
cotidianidad y la paz de Ceuta. Para ello nada mejor que
hacer lo de siempre: Disfrutar de la Navidad, disfrutar la
fiesta del Borrego, disfrutar en definitiva de la
convivencia para eliminar el incipiente alarmismo y la
sicosis que comienza a aflorar entre la población por el
hecho de que alguien olvide una maleta en la Gran Vía, o se
queme fortuitamente un contador eléctrico en el centro
comercial. Cada cosa en su sitio.
|